domingo, 24 de mayo de 2015

Nacimiento y desa rrollo de la arqueología subacuát ica en México


Nacimiento y desa rrollo de la
arqueología subacuát ica en México
Pilar Luna Erreguerena



Propela de la embarcación Ginger Soul que se hundió en las aguas de la Reserva de la Biosfera Banco Chinchorro, Quintana Roo. Foto: SAS, INAH

México es un país que valora y defiende su patrimonio cultural. Personas de todo el mundo llegan para admirarse ante nuestro pasado prehispánico y colonial. Nuestros museos están llenos de ejemplos de lo que eran capaces las culturas que existían en este territorio antes de la llegada de los españoles, y nuestras calles muestran las impresionantes construcciones que heredamos de las épocas de conquista y colonización. Pero en el fondo de nuestras aguas, tanto marinas como continentales, existe un patrimonio cultural del cual también debemos sentirnos orgullosos

En nuestros ríos, lagos, lagunas, manantiales, cenotes y cuevas inundadas quedaron los restos de animales y seres humanos que habitaron o pasaron por estos lares, en algunos casos hace más de 10 000 años, y también de aquellos grupos prehispánicos que usaron esos cuerpos de agua para sobrevivir y como sitios sagrados donde ofrendar a sus deidades. Por otra parte, nuestros mares guardan celosamente la presencia histórica de aquellas embarcaciones que durante cinco siglos han navegado desde distintas partes del planeta y que, por diversas razones, encontraron su fin en este lado del mundo.
¿Qué pasa con la historia que está bajo las aguas? Esta pregunta me llevó, en 1972, a buscar en la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia “Dr. Eusebio Dávalos Hurtado” algún libro que hablara sobre arqueología subacuática. El único que encontré fue Archaeology Under Water del doctor George F. Bass (1966), pionero de esta disciplina en el mundo. Entonces supe con certeza que los restos culturales que se encuentran sumergidos son parte del patrimonio de una nación, y que es posible hacer arqueología bajo el agua con el mismo rigor científico que se emplea en superficie.

ANTECEDENTES
Antes de ese descubrimiento que confirmó mi intuición, otras personas sabían ya del valor de este legado. Edward H. Thompson, primer cónsul de Estados Unidos en Yucatán, extrajo, entre 1904 y 1911, miles de objetos del Cenote Sagrado de Chichén Itzá, Yucatán, y se los llevó a su país. Muchas de esas piezas se exhiben hoy en el Museo Peabody, en Cambridge, Massachusets.
Hubo también otros casos en los que se recuperaron objetos, pero que debido a la falta de conocimiento en aquellos tiempos –las décadas de 1950 y 1960, principalmente– y a que no había arqueólogos subacuáticos, se incurrió en una serie de omisiones. Por ejemplo, no llevar un registro sistemático antes de mover o sacar cada pieza de su contexto arqueológico y natural, y no aplicar a los artefactos los tratamientos de limpieza y conservación necesarios para evitar su deterioro e incluso desintegración al someterlos a un cambio tan brusco de medio ambiente.
Entre estos casos se encuentran los rescates efectuados por el Club de Exploraciones y Deportes Acuáticos de México (cedam) en el Caribe mexicano, de donde extrajeron un número importante de objetos, incluyendo anclas y piezas de artillería de los siglos XVI y XVII, para exhibirlos en distintos museos privados en Quintana Roo. Algunos siguen expuestos en Puerto Aventuras, y muestran ya un avanzado estado de deterioro debido a que no se les aplicó ningún tratamiento de conservación. Desafortunadamente, de muchas otras piezas recuperadas se desconoce su paradero.
En la década de 1960, el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) participó, junto con el CEDAM y la National Geographic Society, en trabajos de rescate en el Cenote Sagrado de Chichén Itzá, mismos que fueron suspendidos por el propio INAH debido a que no se estaba obteniendo la información adecuada y porque al pasar por un airlift o aspiradora gigante, los objetos se dañaban. Los restos óseos recuperados sirvieron, entre otras cosas, para que el doctor Román Piña Chan confirmara que no sólo se arrojaban doncellas en sacrificio, sino también hombres y niños. Algunos de los objetos recuperados se exhiben actualmente en el Museo Nacional de Antropología.

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